En el mismo artículo publicado en El País al que hacíamos referencia en el post anterior, Javier Pérez Dolset decía que el motivo que les había llevado a contratar al guionista de Shrek era porque, según ellos, "probamos a guionistas españoles y no encontramos a nadie preparado".
Pues bien, aquí os dejo el testimonio de Mariano Baselga, que escribió lo siguiente en el blog de otro guionista español, David Muñoz. La trascripción literal es la siguiente:
Yo fui el último de los guionistas españoles que "probaron" para la que por aquel entonces se llamaba “Planet One”. La productora se llamaba Renderboy.
Por entonces yo trabajaba en Globo, alguien nos puso en contacto, los directores (ni uno, ni dos: tres de ellos) me hicieron una entrevista y como "prueba" me dieron a leer el guión que tenían por aquel entonces.
El guión, escrito en inglés por un famoso novelista español y pagado más que generosamente, era un absoluto desastre. Yo les conté lo que me parecía, sin paños calientes, y acto seguido me ofrecieron un contrato bastante generoso, que acepté encantado, pues tanto la idea primigenia como la calidad de la animación (tenían ya un trailer) me parecieron fabulosas.
Entonces entró en escena el productor ejecutivo y dueño del tinglado, uno de los personajes más siniestros con los que me he topado en mi carrera profesional. Para abreviar: nos sometía a los directores y a mí a interminables reuniones que nunca empezaban antes de las ocho de la tarde ni acababan antes de las dos de la mañana (lo que le duraba el puro de 300 euros) en las que, básicamente, nos ilustraba sobre su visión del mundo, que los tres directores que tenía contratados parecían encontrar fascinante.
Las pocas veces que la conversación parecía centrarse en el guión, yo aprovechaba para intentar explicar por encima conceptos como conflicto, acción o estructura dramática, sin los cuales era imposible hacerles entender por qué el guión que tenían entre manos no funcionaba.
Recuerdo una gran discusión en la que, ante mi insistencia en ponernos de acuerdo sobre quién debía ser el protagonista de la historia, el productor ejecutivo declaró sin inmutarse, “eso ya lo decidiremos cuando tengamos la historia”.
En fin, las reuniones seguían, pero era el mundo al revés: él, jaleado por su coro de asdmiradores, ejercía de aprendiz de guionista, empeñado en discutir las ideas que se le ocurrían en el váter, mientras a mí me tocaba ejercer de productor ejecutivo, recordándole cosas tan obvias como que necesitábamos personajes sólidos y bien definidos, y entre ellos un protagonista con un conflicto claro, y que no estaría mal que la historia tuviera un principio, un medio y un final, y a ser posible, que éste último fuera feliz: el referente eran las pelis de Pixar.
La idea original era sencilla y potente: en un planeta de extraterrestres, muy parecido al nuestro, un freak dueño de una tienda de cómics estaba obsesionado por la existencia de vida en otros planetas. El detonante era la llegada de un astronauta de la NASA. Yo propuse literalmente, para centrarnos, “hacer un ET a la inversa”, idea que el productor ejecutivo consideró una gilipollez, pues según él, ET no funcionaría a día de hoy.
En fin, tras mes y medio agotador, asumí que no querían un guionista, sino un amanuense que pusiera en formato de guión las ideas inconexas del ególatra dueño de la empresa, para quien la película era su pequeño juguete. Yo les dije que no era su hombre, y ante mi plante me dieron una oportunidad: que hiciera “mi propuesta”, ya que era tan listo. Pedí dos meses para hacer un tratamiento y me dieron diez días, aunque me dejaron contratar a un colega, eso sí.
En esos diez días mi coguionista y yo escribimos una sinopsis de unas doce páginas con la que, por supuesto, no quedamos del todo satisfechos. El día que nos reunimos para comentarla, el productor ejecutivo declaró no habérsela leído y empezó a desbariar sobre un nuevo enfoque que se le había ocurrido conduciendo su Ferrari por la M-40.
Ahí acabó nuestra relación. Meses después coincidí con los directores en una fiesta. Por entonces habían encontrado un socio americano que exigía un guionista de primera línea: el elegido era Stillman el de Shrek. Le daban seis meses para una primera versión de guión. No quisieron decirme cuánto le iban a pagar, sólo me dijeron que si me hubieran pagado a mí lo mismo, ni yo, ni mis hijos, ni mis nietos tendríamos que habernos vuelto a preocupar por el dinero. (Creo que la cosa estaba entre dos y tres millones más escalado por taquilla.)
“Y eso no es lo peor”, me dijo uno de los directores. “¿Sabes lo que nos ha dicho Stillman que hay que hacer?” Yo negué con la cabeza y apuré mi copa (luego vendrían unas cuantas más). “ET a la inversa.”
Os lo juro.
Fuente: Canal TCM
Espero que después de leer esto, entendáis el tipo de personaje con el que nos estamos enfrentando... ¿todavía hay alguien que piense que no tenemos razón?
La gente que manda debería meterse menos coca y pensar más con la cabeza. Una cura de humildad tampoco les vendría nada mal, pero claro, lo que dicen "los americanos" vale más que lo que sale de un español, aunque sea lo mismo ... en fin, así va el país.
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